viernes, 28 de octubre de 2011

Tributo de un pagano a su madre


Un difuso recuerdo de mi pasado inmanente me lleva a viajar a tiempos en los cuales era libre en mi Aldea de Origen, allá donde vivía en paz y armonía, allá cuando el encierro era como una pesadilla “insoñable” y las amarguras eran una probabilidad improbable. En aquellos días de gloría perpetua tenía la convicción de vivir en armonía por siempre hasta el día que los traidores lograron atraparme y encerrarme en un pesado cuerpo de carne.

Al principio todo era muy calmo, una refrescante oscuridad como la de la Diosa y un tibio ambiente que lograba relajarme. Un buen día noté que tenía algo enroscado en alguna parte de mi cuerpo, entonces una luz brilló en mi cabeza y una gigante pala me sacó de la tibia cueva y me llevó a un horrible lugar, seco y lleno de luz. No sabía cómo rayos había llegado a un lugar tan enfermizo y con un cuerpo tan doloso. Sentía cosas que jamás había sentido, en mi estómago había una gran sensación de vacío y un extraño fluido seco entraba por mi nariz, era muy frío, tuve miedo.

No sé cuanto tiempo pasé en aquel estado, todo era tan confuso que no sabía en dónde había aterrizado, a qué clase de lugar dantesco me habían lanzado los dioses traidores y su gran jefe. Un día, una cortina frente a mi empezó a abrirse, entonces empecé a ver con algo a lo que llamaban “ojos”. No sabía dónde estaba, me sentía asustado, pero una presencia mística se apareció ante mí como una visión de la Gran Madre Pyrena, unos extraños decían que ella era mi mamá.

La veía tan grande que no podía creer lo pequeño que era yo, en mi Aldea era un Dios libre y me convertí en una frágil criatura, pequeña y desvalida. Aquella mujer mortal sabía eso y me decía “hijo”, fue entonces que descubrí que Pyrena no me había abandonado, ella se había convertido en carne, como yo, para seguir cuidando de mí.

Ver su rostro en aquellos días era como ver el rostro de la Diosa, ella era mi mamá y no podría describir la felicidad que sentí al comprender que ella estaba para mí, sólo para mí. Al final, en medio de mi encierro y desorientación, los Dioses Leales me habían mandado a “mamá” para no perderme.
Crecí a gran velocidad, mamá jamás dejó de estar ahí. Cuidaba de mí en la enfermedad, me abrigaba en el dolor, festejaba mis logros y me ayudaba con los problemas. Pasaba maravillosos momentos con ella, jugando como lo hacía allá en mi Aldea de Origen y con los años se hizo soportable mi condición de prisionero. Mamá era tan bondadosa que había logrado hacer soportablemente “vivible” mi situación de Espíritu Hiperbóreo encerrado.

Ella me enseñó a hacer soportable la condena del hombre “bipolar”, encerrado en la materia, ejerciendo el verbo del amor en mí. Mantuvo fresca mi memoria de la libertad para que jamás permita a alguien someterme a su Voluntad, sea esta Santa o Impía. Ella me aseguraba que no habría salvos ni condenados si es que no existía libertad.

Al final, los Dioses Traidores y su Gran Jefe Creador de lo Creado bajo el sol empezaron a atormentarme con el fin de desorientarme; allá en mi subconsciente había una gran guerra entre la razón, aliada del corazón, contra mi Espíritu. Se trasmigraban los trasfondos de una cruenta batalla entre mi lobo interno y las hordas de ángeles y demonios que venían a tomar mi conciencia por asalto. Finalmente, herido y enfermo, empecé a perder todo recuerdo de libertad y mi esperanza quedaba fuera de toda esperanza, mamá no dejó que eso pasara. Con paciencia limpiaba la sangre que derramaba, como una valkiria luchaba a mi lado, implacable y gloriosa, mostrándome que la Guerra Esencial sólo podía ganarse con amor y honor.

Los días ardientes y lacerantes pasaron entre la locura y el tormento, aún así mamá seguía en pié, mostrándome el camino, dándome el incondicional amor que tanto necesitaba, refrescando mi ardiente corazón con su azul frío austral, el frío de Pyrena Virgen Ama de los Andes. Ella era una mujer y una Diosa guerrera, y el legado de su sangre fue mucho más poderoso que cualquier legión infernal o celestial.

Un día me levante furioso contra mis captores y empecé el camino de retorno al Origen. Desde luego la gente me criticaba, los amigos me decían que perdía mi tiempo, mis colegas afirmaban que era un idealista sin esperanzas y los más positivistas y racionalistas decían que había perdido todo buen juicio y que jamás pondría mis pies en la tierra. Pobres despreciados, los muy necios ignoran su calidad de cautivos y tenían la osadía de criticar la lucha legítima del Rebelde. No, mamá jamás fue como todos ellos, ella me había enseñado a pelear contra fuego y marea por mi libertad y me apoyó en todas mis batallas por más críticas que recibiera de los racionalistas lógicos, perdidos en su método empírico de mentiras.

Nadie jamás podría siquiera imaginar que tipo de mujer es mamá, sensible, furiosa, alegre, pura, virginal, guerrera y libre. Jamás sometida, más bien indómita como los Espíritus más altos de mi Hiperbórea natal, en ella es posible ver la fuerza de una osa, la astucia de una loba, el vuelo de un halcón y la libertad de un Espíritu insubordinado a las normas de los mortales bipolares.

Sé muy bien que algún día envejecerá y morirá como todo cuerpo mortal encerrado bajo el sol Shamash, creado por el mismo traidor. Tengo derecho a decir que me dolerá su partida más ella no me dejará rendirme, si aún desde la tumba puede darme un aliento de fuerzas, es un hecho que lo hará. Mamá no es una mujer que se rinda, ni siquiera ante la muerte. Ella no habla de mortandades ni de la fatamorgana de los condenados pues sólo es silente como la Verdad, ella no conoce tensiones dominantes ya que administra sus tensiones con alegría y con verbo, ella no ama con palabras sino con acciones. Hoy puedo decir, a ciencia cierta, que mamá logró hacer lo que otros no lograron, encontrar armonía y ayudar al otro a encontrarla.

Yo me debo a las comprensiones, pasé mi corta vida mortal en busca de libros. Estudié al hombre desde el barroco de Bach hasta el existencialismo de Jean Paul Sastre, y jamás vi replicada imagen de mortal alguno bajo el sol que haya logrado enseñarme lo que Ella me enseñó. Ya sea Nitche o Lakant, Darwin o Foucoult, ningún hombre de ciencia o humanismo, de romanticismo o verbo logró mostrarme lo que mamá me mostró, ese algo es la esperanza de lograr la libertad y la Verdad. Al final, todas las toneladas de libros y las cientas de horas de clases podrían resumirse con una simple caricia de mamá la cual me de aliento en la batalla. No adormecer mi Voluntad mas ser capaz de hacer mi Voluntad, no entregarme a las pasiones del corazón o a los procesos de la razón, solo oír a la sangre para hallar el honor, esa es su herencia.

Hoy mamá sigue conmigo y ya me siento listo para verla partir, al fin me convertido en lo que ella quería hacer de mí: “un hombre rebelde”. No puedo darle ya mucho a mi madre, quizás sólo puedo ofrecerle mi amor eterno e incondicional con la promesa de apoyarla en sus guerras. Ella siempre tuvo el sueño de quitar la venda de los ojos a aquellos bipolares simiescos que pasaban su vida ejerciendo hipocresías (políticos, maestros, médicos, trabajadores, etc); ojalá así pudiera hacerlo, pero está ya tan cansada, ¡oh madre!, está tan fatigada. Mi amada mamá, ya tiene un inmenso panteón déico para poder morir con honor y volver a nuestra Aldea.

Yo aún lucho, aún peleo, aún sigo mi camino a la libertad, juré no abandonar a mamá y pienso mantener mi palabra, lo juré ante Atenea y seguiré con esa línea del honor. Si mis letras pueden llevar a algo, ese algo debe ser el suave trastrocamiento del amor hacia mamá o el despertar de la conciencia del lector que lleve esto en sus manos.

Yo, como guerrero, seguiré denunciando el engaño, pero ahora me corresponde darle al lector un mensaje que mamá tiene para él, el mensaje de una mujer que lo logró todo y que ahora puede marchar en paz con la obra terminada y el trabajo realizado:

Texto extraído de “El Arco de Artemisa” – “Primer Episodio - Prefacios de Batalla”.

Hijo mío, algún día serás un gran hombre, pero a veces eres demasiado emocional o simplemente piensas demasiado sobre las cosas. Deja de pensar tanto, la vida no se la piensa ni se la calcula, se la vive hasta el momento en que descubres que puedes alcanzar la libertad, una inmortalidad heroica que te convierte en un hombre luchador.

 A veces te veo tan distante que me gustaría ir al mundo al que viajas con tu fantasía. Te he visto tan confundido que me gustaría orientarte, pero sé muy bien que no puedo ya que eres muy diferente a mí. Lo único que quiero es que vivas cada día como si fuera el último ya que nunca sabemos cuando nos vamos a morir, quizás ya estamos muertos

Sé que eres feliz, cariño, pero tienes que saber que la vida cambia. Nada es para siempre, ni lo bueno ni lo malo y a veces te veo tan feliz que me da miedo pensar en el momento en que la vida te empiece a castigar. No quisiera que sufras pero eso es algo por lo que todos los humanos pasamos.

Hijo, nunca te pierdas, nunca abandones tus ideales y nunca te rindas, la vida es una guerra y hay que saberla pelear. Quiero que seas un hombre luchador, quiero que tengas éxito en esta vida y, lo más importante, no quiero que pierdas tu brújula. Quiero que sigas tus instintos sin importar lo que pase. Nunca dejes que los fracasos te derroten, sigue adelante, hasta el final.
             
Hijo, tu madre cada día y año que pasa se hace más y más vieja, quiero saber que estás preparado para luchar, yo no te abandonaré jamás.

Quiero recordarte algo que te enseñé hace mucho tiempo:

La vida es como una pieza teatral, no importa cuanto se haya vivido, sino cuán bien se la haya representando. Es dulce o amarga; corta o larga ¡qué importa! El que goza la halla corta y el que sufre la halla larga, más el guerrero siempre la hallará engañosa y aprenderá a descubrir ese engaño
Sufrir y llorar es vivir, el que no ha sufrido ni llorado no conoce lo que es el bien ni el mal, no conoce a los hombres ni a sí mismo. Mas el que no sufre ni llora estará más allá del bien y del mal, pero ¿Cómo abandonar el dolor que jamás se ha sentido? Conócete a ti mismo

No está la felicidad en vivir, sino en saber vivir y alcanzar la libertad. No vive más el que más vive, sino el que mejor vive y aprende a identificar todo aquello que lo aprisiona: traumas, dolores, pasiones y uno mismo; no se mide la vida sino el empleo que se hace de ella.

Sólo viven aquellos que luchan; aquellos a quienes llena el Espíritu y la frente una firme aspiración: LIBERTAD Y VERDAD; aquellos que suben a la áspera cima de un alto destino; los que marchan vigilantes, inspirados por un fin sublime, un ideal honorable, teniendo delante de los ojos el día y la noche, trascendiendo más allá de la vida y la muerte y descubriendo que dentro de cada persona se halla la verdadera divinidad del hombre victorioso.

Es probable que no entiendas lo que te digo ahora, pero sé que un futuro no muy lejano lo comprenderás y harás aquello que yo no pude: alcanzar la puerta de salida hacia nuestro Origen.

No te pierdas y lucha hijo mío, porque sólo así tocarás la inmortalidad

Te ama
                      Tu mamá


G. Lycanon

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