viernes, 22 de agosto de 2025

La Conjetura Aymara: Una Mirada al "Tuétano del Hueso Social Boliviano" en tiempos electorales

    IntroducciónLa civilización boliviana, en el contexto de las elecciones generales de 2025, enfrenta una crisis estructural que se manifiesta en su incapacidad para construir un Estado-nación funcional, cohesivo, coherente y racional. Esta crisis, según la hipótesis aquí desarrollada, tiene su raíz en lo que denominaremos el "problema aymara": una cosmovisión histórica, cultural y antropológica condicionada por el aislamiento geográfico, la ausencia de escritura y una moral ambigua basada en su valor de uso maleable, que genera una irracionalidad estructural incompatible con la gobernanza de un país multiétnico. Desde la perspectiva del materialismo crítico existencial, que define la racionalidad como una existencia lúcida basada en la lógica efecto-causal, la dialéctica racional, la gestión emocional y la coherencia entre decir, pensar y hacer, la hegemonía aymara, consolidada bajo el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales, ha exacerbado esta irracionalidad, conduciendo a un fracaso filosófico, político, ontológico y axiológico. Este ensayo examina el devenir histórico aymara, su moral flexible como una adaptación a su contexto, la fenomenología de la corrupción, y las tensiones internas y externas que culminaron en el declive del MAS en 2025, respondiendo también a posibles objeciones desde perspectivas socialistas, marxistas e indigenistas. Si la historia boliviana es un "Isekai", los aymaras han jugado el rol protagónico en su devenir, mientras que otros grupos, como los quechuas, los pueblos de tierras bajas o las élites no aymaras, son satélites o co-protagonistas de orden menor (Layme Pairumani, 2016; Makaran-Kubis, 2009).1. El Devenir Histórico Aymara: Aislamiento, Fragmentación y CortoplacismoLa civilización aymara, arraigada en el altiplano andino, se desarrolló en un contexto geográfico hostil que moldeó su organización social y cosmovisión. Antes de la conquista incaica en el siglo XV, los aymaras estaban organizados en señoríos independientes, como los collas y lupacas, que competían por recursos y territorio en torno al lago Titicaca (Alanoca, 2021). La ausencia de escritura limitó el desarrollo de una cultura abstracta compleja, restringiendo la planificación a corto plazo (lustros, no siglos) y priorizando la subsistencia comunal sobre proyectos de largo alcance (Makaran-Kubis, 2009). La conquista incaica subordinó a los aymaras mediante la imposición de mitimaes, y la colonización española en el siglo XVI destruyó sus estructuras políticas, generando un trauma histórico que alimentó un resentimiento hacia lo occidental (Zalles Cueto, 2018). Este resentimiento, sin embargo, no se tradujo en una visión unificada, sino en una fragmentación persistente, visible en las tensiones entre ayllus y, más recientemente, entre sectores aymaras como los cocaleros del Chapare y los de las 20 provincias de La Paz, representados por el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ) (Web:12).Durante las guerras de independencia (1809-1825), los aymaras se dividieron entre realistas e independentistas, reflejando su territorialidad y falta de cohesión estratégica, una característica común a su naturaleza humana, profundamente jerárquica y territorial (Layme Pairumani, 2016). En la era republicana (1825-2003), la marginación estatal reforzó su aislamiento, mientras que el neoliberalismo de los años 1980 y 1990 los desplazó hacia economías informales, como el cultivo de coca en el Chapare, exacerbando su fragmentación y cortoplacismo. Este devenir histórico culminó en el ascenso del MAS en 2005, liderado por Evo Morales, un aymara cocalero, que prometió un Estado plurinacional pero, según la hipótesis, instauró un "Estado aymara" de facto, incapaz de integrar la diversidad boliviana. El rol protagónico de los aymaras en la historia del país es innegable, siendo la columna vertebral en conflictos como la Guerra del Chaco (1932-1935) y las guerras de independencia, un papel no casual, sino resultado de su peso demográfico (aproximadamente 20% de la población boliviana) y su centralidad en los eventos históricos de Bolivia (Layme Pairumani, 2016).2. La Hegemonía Aymara y el Fracaso del Estado PlurinacionalEl proyecto del MAS, consolidado tras la elección de Morales en 2006, se presentó como una revolución plurinacional para revertir siglos de exclusión indígena. Sin embargo, esta hipótesis sostiene que reflejó una hegemonía aymara que priorizó los intereses de las tierras altas (aymaras y quechuas, que juntos representan el 69.5% de la población indígena) sobre los de otros pueblos, como los guaraníes o moxeños de tierras bajas (Web:1). El conflicto del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) en 2011, donde el MAS impulsó una carretera extractivista a pesar de la oposición de indígenas amazónicos, ilustra esta exclusión, rompiendo el Pacto de Unidad con organizaciones como la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB) (Web:1). La disidencia de CONAMAQ, que criticó la centralización cocalera-aymara, evidencia la incapacidad de la cosmovisión aymara para administrar un territorio vasto y multiétnico, reflejando su naturaleza territorial y jerárquica, común a toda la humanidad pero exacerbada en el contexto andino (Web:6; Web:12).Desde el materialismo crítico existencial, el "Estado aymara" del MAS fue irracional porque:
    • Falta de lógica efecto-causal: Políticas como la carretera del TIPNIS ignoraron las consecuencias ecológicas y sociales a largo plazo, priorizando beneficios inmediatos para sectores cocaleros (Web:1).
    • Ausencia de dialéctica racional: La imposición de una narrativa aymaro-céntrica excluyó a otros pueblos, rompiendo el diálogo plurinacional prometido en la Constitución de 2009 (Web:5).
    • Pobre gestión emocional: La retórica de reivindicación aymara canalizó emociones de resentimiento colonial para cooptar el poder, pero no las gestionó de manera inclusiva, generando polarización entre tierras altas y bajas (Web:6).
    • Incoherencia entre decir, pensar y hacer: El discurso plurinacional contrastó con prácticas excluyentes, como la represión de protestas indígenas y la manipulación del Tribunal Constitucional para permitir reelecciones en 2017 (Web:5).
    El declive del MAS en las elecciones de 2025, donde candidatos como Eduardo del Castillo obtuvieron solo un 3.17% de los votos y Andrónico Rodríguez un 8.51%, refleja el rechazo a esta hegemonía, exacerbado por una crisis económica (inflación del 25%, escasez de dólares y combustibles) y la fragmentación interna del partido tras la ruptura entre Morales y Luis Arce (Web:1; Web:5; Web:6). El ascenso de candidatos de derecha, como Rodrigo Paz Pereira (32.06%) y Jorge "Tuto" Quiroga (26.70%), indica un cambio en las prioridades, especialmente entre una clase media indígena urbana que priorizó necesidades económicas sobre la identidad (Web:5).3. Fenomenología de la Corrupción: Aymara vs. No AymaraLa corrupción en Bolivia es un síntoma clave de su irracionalidad, pero sus motivaciones y marcos operativos varían según la identidad cultural. La corrupción aymara, arraigada en una moral ambigua y comunal, se expresa como una "picardía astuta" que legitima prácticas como el contrabando o el soborno siempre que no sean descubiertas. Esta moral, funcional en ayllus pequeños, surge de la ausencia de un dios abrahámico omnipresente, basándose en el "mirar sartreano" comunal en lugar de principios éticos absolutos (Sartre, 1943). Ejemplos incluyen la legalización de autos chutos vía protestas en El Alto y el desvío de fondos en el escándalo del Fondo Indígena (2015), donde se priorizó el beneficio comunal de ciertos sectores aymaras sobre la transparencia institucional (Web:6).En contraste, la corrupción no aymara, observada entre los cambas de Santa Cruz, los chapacos de Tarija o los paceños no aymaras de ascendencia predominantemente caucásica ("k'ara"), responde a un individualismo vanidoso heredado del cristianismo occidental, donde el individuo se siente merecedor de más de lo que su contexto ofrece. Esto se manifiesta en prácticas como el contrabando de tierras o nexos con el narcotráfico en el Beni, impulsadas por una lógica capitalista de maximización personal (Web:6). La hipótesis propone una fenomenología de la corrupción que identifica estas motivaciones distintas, pero reconoce una evolución convergente social: bajo el trauma colonial, tanto aymaras como no aymaras desarrollaron formas de corrupción como estrategias de supervivencia, aunque con ontologías diferentes, consonantes con la naturaleza humana en sus fundamentos instintivos y animalescos (Makaran-Kubis, 2009).Desde el materialismo crítico existencial, esta corrupción es irracional porque:
    • Ignora las consecuencias a largo plazo (por ejemplo, el contrabando debilita la economía formal, agravando la crisis de 2025) (Web:2).
    • Sustituye la dialéctica racional por intereses particulares, ya sean comunales o individuales.
    • Canaliza emociones (solidaridad comunal o egoísmo) sin integrarlas en un proyecto colectivo racional y estructurado.
    • Genera incoherencia entre el discurso de moralidad (plurinacionalidad, progreso) y las prácticas corruptas.
    4. El Materialismo Crítico Existencial y la Irracionalidad BolivianaEl materialismo crítico existencial, como se define en esta hipótesis, niega el libre albedrío y la agencia humana, sosteniendo que el comportamiento está determinado por condiciones materiales e históricas. En el caso aymara, el aislamiento geográfico, la falta de escritura y la marginación colonial predeterminaron una cosmovisión cortoplacista que no puede generar una existencia lúcida a nivel estatal. La hegemonía aymara del MAS, aunque buscó revertir la exclusión, estaba condenada al fracaso por su incapacidad para trascender estas limitaciones. Por ejemplo, la dependencia del extractivismo (gas, litio) sin diversificar la economía refleja un cortoplacismo que dejó a Bolivia vulnerable a la crisis de 2025, con una inflación del 25% y escasez de combustibles (Web:2). Las premisas de la administración Morales-Arce, centradas en mantener contento a su electorado a cualquier costo, revelan una percepción del poder como un privilegio fugaz que el "político astuto" debe aprovechar, una lógica arraigada en la cosmovisión aymara (Web:1).Esta visión no es una negación arbitraria, sino un "determinismo pesimista" necesario para contrarrestar la ambigüedad absoluta de la posmodernidad. Mientras la posmodernidad legitima una relatividad sin límites, esta hipótesis insiste en que las condiciones materiales e históricas establecen limitaciones profundas. Civilizaciones como los partos o cartagineses no fracasaron por una falla abstracta, sino por la incapacidad de su razón para procesar las exigencias de un entorno cambiante, lo que se tradujo en derrotas militares o colapsos políticos. La racionalidad, en este contexto, no es una entidad metafísica, sino la capacidad de procesar eficientemente información para la supervivencia, una capacidad que la cosmovisión aymara no desarrolló a nivel estatal debido a sus limitaciones ontológicas (Zapffe, 1933; Cioran, 1973).En contraste, civilizaciones euroasiáticas como Roma o China, que planificaban en siglos, se beneficiaron de ventajas materiales como la escritura, el comercio y una orografía favorable, permitiendo una racionalidad estratégica. La comparación con el modelo nórdico, basado en la confianza institucional y la planificación a largo plazo, resalta la irracionalidad boliviana: mientras los nórdicos gestionan recursos como el petróleo para generaciones futuras, Bolivia dilapidó su bonanza gasífera (2005-2014) en proyectos clientelistas, reflejando el cortoplacismo aymara (Web:1).5. Respuestas a Posibles ObjecionesLa hipótesis del "problema aymara" enfrenta objeciones desde perspectivas sociológicas, políticas y filosóficas, que tienden a malinterpretar su enfoque ontológico. A continuación, se integran las críticas previas con las nuevas, respondiendo desde el marco de la hipótesis.a) Sociología y AntropologíaObjeción: La hipótesis exagera la homogeneidad y el estancamiento de la cosmovisión aymara, ignorando la diversidad interna (por ejemplo, la disidencia de CONAMAQ) y su potencial de cambio cultural. La corrupción no es exclusiva de los aymaras, ya que prácticas como el contrabando también se observan en Santa Cruz o el Chaco, sugiriendo un problema más boliviano que aymara. Además, culpar al aymara por la irracionalidad podría ser un sesgo de supervivencia que subestima su adaptabilidad, como muestran casos históricos de culturas transformadas, como los íberos o nabatéos.Respuesta: La diversidad interna aymara, como la disidencia de CONAMAQ, no contradice la hipótesis, ya que refleja la fragmentación territorial y jerárquica inherente a su cosmovisión, que es ontológicamente incapaz de articular un proyecto estatal unificado. CONAMAQ, al defender la sostenibilidad territorial, no trasciende el cortoplacismo, sino que lo reinterpreta en un contexto local, manteniendo la lógica de ayllu (Web:12). El cambio cultural, como en el caso de los íberos, es posible, pero su lentitud (siglos, no generaciones) lo hace irrelevante para el presente, como ilustra la analogía del barco de Teseo (Makaran-Kubis, 2009). La corrupción, aunque presente en otros contextos bolivianos, tiene motivaciones ontológicas distintas en los aymaras (picardía comunal) frente a los no aymaras (individualismo vanidoso). La evolución convergente social explica cómo el trauma colonial generó prácticas similares, pero la hegemonía aymara amplifica la irracionalidad en Bolivia debido a su protagonismo demográfico y político, como se vio en el declive del MAS en 2025 (Web:5). El materialismo crítico existencial, respaldado por Zapffe (1933) y Cioran (1973), sostiene que esta irracionalidad es un fenómeno observable, no un sesgo, derivado de la incapacidad de la conciencia aymara para procesar las exigencias de un Estado-nación.b) Política e HistoriaObjeción: Atribuir la crisis boliviana al "problema aymara" simplifica un problema multifactorial, ignorando factores externos como la presión de Brasil en el TIPNIS o la dependencia de China para el litio. El cortoplacismo no es exclusivo de los aymaras, ya que élites cruceñas también muestran comportamientos similares (especulación con tierras). El rol protagónico aymara no implica que sean los únicos responsables, ya que las dinámicas políticas del MAS fueron influenciadas por el contexto global y las élites no aymaras.Respuesta: La hipótesis no niega las causas multifactoriales, pero enfatiza el rol protagónico aymara debido a su peso demográfico y político (20% de la población, pero dominante en las tierras altas) (Layme Pairumani, 2016). Factores externos, como Brasil o China, amplificaron la irracionalidad, pero fueron secundarios frente a la cosmovisión aymara, que priorizó beneficios comunales inmediatos (TIPNIS, extractivismo) sobre la planificación a largo plazo, como se vio en la crisis económica de 2025 (Web:2). El cortoplacismo cruceño, aunque real, responde a un individualismo vanidoso, no a la picardía comunal aymara, que domina la dinámica estatal por la hegemonía del MAS. El materialismo crítico existencial, al negar el libre albedrío, sostiene que estas limitaciones son ontológicas, no coyunturales, y el "Estado aymara" del MAS refleja esta incapacidad para procesar las exigencias de un contexto multiétnico, como se evidenció en su declive electoral (Web:5).c) FilosofíaObjeción: El materialismo crítico existencial es un acto de fe que no prueba la inexistencia del libre albedrío. Hablar del "self" hegeliano en un marco materialista es contradictorio, ya que el materialismo no debería admitir estructuras emergentes no físicas. La comparación con el modelo nórdico refleja un sesgo eurocéntrico, y la negación de la agencia subestima intentos como el de Álvaro García Linera para superar las limitaciones aymaras.Respuesta: El materialismo crítico existencial no es un acto de fe, sino un corpus teórico convergente que integra a Schopenhauer (1819), Zapffe (1933), Cioran (1973), Sartre (1943), y otros, describiendo el sufrimiento y la irracionalidad como fenómenos observables, análogos a la tabla periódica. La inexistencia del libre albedrío no necesita pruebas absolutas, ya que el comportamiento humano (por ejemplo, el apoyo a promesas inviables en 2025) sugiere un determinismo estructural (Web:5). El "self" hegeliano no es contradictorio, ya que el materialismo sofisticado, como propone Foucault (1975), reconoce patrones emergentes (como la conciencia) como materiales por sus efectos causales. La comparación con el modelo nórdico no es eurocéntrica, sino un estándar de racionalidad (planificación a largo plazo, cohesión social) que Bolivia no alcanza debido al cortoplacismo aymara. El marxismo de García Linera, aunque intentó trascender estas limitaciones con su "capitalismo andino-amazónico", estaba limitado por su sesgo libertario, que ignoró las restricciones ontológicas aymaras, como se vio en el fracaso del proyecto plurinacional (García Linera, 1995).6. Las Elecciones de 2025: El Declive de la Hegemonía AymaraLas elecciones de 2025 marcaron un punto de inflexión en Bolivia, con el declive del MAS y el ascenso de candidatos de derecha como Rodrigo Paz Pereira (32.06%) y Jorge "Tuto" Quiroga (26.70%) (Web:5). La crisis económica, con una inflación del 25% y escasez de dólares y combustibles, erosionó el apoyo aymara y quechua, especialmente entre una clase media indígena urbana que priorizó necesidades económicas sobre la identidad (Web:1). La exclusión de Morales, inhabilitado por el Tribunal Constitucional, y su llamado al voto nulo reflejaron la incapacidad de la hegemonía aymara para adaptarse a un contexto de crisis (Web:6). Incluso Andrónico Rodríguez, un candidato aymara que buscó una "tercera vía", obtuvo solo un 8.51%, mostrando la fragmentación interna del MAS tras la ruptura entre Morales y Arce (Web:5).Esta derrota electoral confirma la hipótesis: la cosmovisión aymara, con su moral ambigua y cortoplacismo, no pudo sostener un proyecto estatal inclusivo, generando una irracionalidad que alienó a otros sectores y debilitó al MAS. La emergencia de una clase media indígena urbana sugiere un cambio generacional, pero este proceso, según la hipótesis, tomará décadas o siglos debido a las profundas raíces ontológicas del "problema aymara" (Web:1; Makaran-Kubis, 2009).ConclusiónEl "problema aymara", definido por su devenir histórico de aislamiento, fragmentación y cortoplacismo, ha moldeado una cosmovisión que, aunque funcional en ayllus pequeños, es incompatible con la gobernanza de un Estado-nación multiétnico. La hegemonía aymara del MAS, al intentar escalar esta cosmovisión, generó una irracionalidad estructural que se manifestó en conflictos como el TIPNIS, la corrupción basada en la "picardía astuta", y el declive electoral de 2025. Desde el materialismo crítico existencial, esta irracionalidad refleja una existencia no lúcida, incapaz de alinear las condiciones materiales de Bolivia con un proyecto racional. La fenomenología de la corrupción, con su distinción entre la moral ambigua aymara y el individualismo vanidoso no aymara, revela cómo estas lógicas convergen en un sistema disfuncional a través de una evolución convergente social. Aunque el trauma colonial y las presiones externas han influido, las limitaciones ontológicas aymaras son el factor determinante. El cambio generacional ofrece esperanza, pero su lentitud, como ilustra la analogía del barco de Teseo, sugiere que Bolivia seguirá atrapada en esta irracionalidad a corto plazo.Bibliografía
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    • Foucault, M. (1975). Surveiller et punir: Naissance de la prison. Paris: Gallimard.
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