Es innegable que el autor del “Libro de las Sombras”
tiene una opinión antagónica de los Nacional-Socialistas Alemanes (Nazis),
respecto a la que los hiperbóreos promedio suelen tener. Asimismo, el “Libro de las
Sombras” puede hallarse en contradicción con ciertas estratagemas de la Gnosis
Hiperbórea. Pero a pesar de estos ismos de forma, la obra de Ronald Rodríguez
es mucho más que sombras y con una fuerte ascensión hiperbórea desde el mismo
momento de reconocer la existencia de un Demiurgo, bastardo o no.
Este tomo de la “Hyperrealidad”, propuesta por Rodríguez,
verte sobre la consciencia colectiva una serie de símbolos y sus
significaciones dentro del mundo de la nada. Como una especie de analogía a las
aristas y los ángulos en las runas vikingas, propuestas como la representación
sígnica de la Lengua de los Pájaros. No nos hallamos frente una obra meramente
literaria, sino ante un texto gnóstico en todas sus proporciones.
El relato nos abre las puertas a los eventos
acontecidos a una serie de personajes entre los que destaca un adolescente, un
policía boliviano, un militar Nacional-Socialista (Nazi), un empresario
logiero; y la que es, en mi opinión, la más significativa representación sémica
de la obra, una mujer con un auténtico registro multiverse de incontables vidas
en diversos tiempos y espacios. En medio de esta orquesta de eventos, Rodríguez
nos presenta a los guardianes de la sabiduría antigua y los seres que saltan
entre universos para encontrarse con la fuente de la verdad última. La obra es
una verdadera locura que pone al lector agudo al filo de su propia conciencia,
y al lector lego, en el entredicho de la confusión.
Literariamente hablando, el “Libro de la Sombras”
tiene no uno, sino múltiples ejes narrativos con arcos argumentales abruptos en
medio de una larga metáfora expresionista con dejos abstractos. El que el autor
emplee un lenguaje tan oblicuo con sentidos cifrados no es, de ninguna forma,
un capricho barroco. No se puede hablar de gnosis sin profundizar en la
semiología que la precede. Por lo mismo, la obra de Rodríguez nos presenta
situaciones mundanas en un estilo brutal y siniestro. Tal como lo harían los
expresionistas alemanes del siglo XX, el “Libro de la Sombras” no aspira imitar
la realidad, no analiza causas ni hechos, sino que el autor busca la esencia de
las cosas, mostrando su particular visión. La obra se adentra en la existencia
humana poniendo de forma explícita su aspecto más terrible y descarnado,
adentrándose en temáticas como la sexualidad, la enfermedad y la muerte; y
enfatizando aspectos como lo siniestro, lo macabro, lo grotesco. Se siente un
tono épico, exaltado, renunciando a la gramática clásica y a las relaciones
sintácticas lógicas, con un lenguaje preciso, crudo, concentrado.
Me impresionó profundamente la similitud entre la
obra de Ronald Rodríguez con la de los expresionistas Georg Büchner y Frank
Wedekind. Pero allí subyace un elemento aún más abstracto puesto que el “Libro
de las Sombras” tiene un profundo dejo a Frank Miller. En variados párrafos es
inevitable evocar a “Sin City” cuando el policía protagonista de la obra
realiza sus brutales masacres. El agente Mateo Bryce es como un Marv maquiavélico
y excitado en medio de la Ciudad del Pecado. Otros parajes se sienten como Lovecraft
mientras que en otros salta a la mente la mismísima Belicena Villca. Mientras
Ximena, actriz y protagonista de la narración, va saltando entre universos, los
antiguos se manifiestan desde inescrutables agujeros anamnésicos para hacer su
emergencia en la esfera consiente.
Desde muchos ángulos, el “Libro de la Sombras”
puede constituir una obra nutritiva, pero es requisito básico detentar una
predisposición gnóstica para hallar la sustancia de la obra. Fue sustanciosa
para mí, y estoy seguro que lo será también para otros.
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