Ojos bien cerrados, bien apretados, poniendo una frágil y efímera
puerta a la realidad. Parpados manchados y oscurecidos por las sombras del
ayer, una gran lágrima cristalina recorre un surco profundo, va cayendo
mientras tiene la esperanza de vivir su sueño esa noche.
Corre el agua tibia sobre aquel cuerpo maltratado, gotas que se acoplan
a sus pectorales, se deslizan por su abdomen e irremediablemente se pierden.
Mira cada recorrido, cada caricia tiene la esperanza de quedar ahí y no
escurrirse para siempre.
Cubre su piel de un profundo azul oscuro confundiéndose con la
oscuridad de la noche, anhelando ser descubierto, sentir un toque, un temor
suave...
Busca en el espejo alguna sonrisa, sabe que le quedan todavía, aquella
dulzura de cuando era solo un niño y la precocidad marcada en sus ojos
esmeralda perdidos de tanto ayer. Trata de hablar con su mirada y ve que nada
es suficiente para volver, su impaciencia le arranca la mascara de lobo
nocturno, aun allí aquel pianista enamorado de la luna mira en el espejo aquellas
noches de tanta pasión, cada fotografía tomada a su amada, cada parte de su
piel incrustándose en el fuego eterno de la desesperanza. Recuerda aquella
infancia tan llena de magia y amor, recuerda su prófuga pubertad llena de
placer en la soledad, recuerda aquella adolescencia llena de úteros vacíos y
luego rellenados. Veía tanta nostalgia en aquel espejo que le dolía mirar
atrás. En ese espejo no hay nada que le satisfaga.
Está listo, mira el reloj de pulsera y suspira, su mente se centra en
una hora aún distante. En la calle las luces navideñas, el ruido de toda la
gente agitada, los villancicos criollos, todo el intenso movimiento aumentan
sus dudas y temores. A través de una vitrina ve su entorno y su presencia insignificante.
Estallan las campanas de la plaza Murillo, su hora ha llegado, y no
esta en el lugar adecuado, le invade la desesperación, el ruido que hace el
tiempo lo persigue, a punto esta de alcanzarlo para robarle sus sueños. Escapa,
corre entre la noche y en su intento tropieza con borrachos, prostitutas y
maleantes, sin frenar su carrera llega al lugar indicado.
Una triste luz que emana de un pequeño farol, se recarga sobre el
huesudo poste, decide descansar y a lo que vino, esperar.
Llego a tiempo, solo queda esperar, lleva un cigarrillo a la boca, su
mirada se pierde con el humo y luego el frío lo obliga a encender otro.
Ha visto pasar el tiempo, pero su decisión es esperar. A cierta
distancia el frenético movimiento de la ciudad contrasta con su templada
paciencia.
El tiempo no se detiene, mientras espera la duda lo envuelve de ideas:
¿llegué demasiado temprano o demasiado tarde?, ¿Este es el lugar correcto?,
¿Seguro ya no viene?, ¿Espero sin motivo?..., ¿la seguiré esperando?....
Hace mucho que el tiempo se fue, su impaciencia se hace visible; un
paseo corto de ida y vuelta, un vistazo a lo lejos, otro cigarrillo que se
convierte en humo, sus constantes miradas a la hora y un suspiro que no acaba.
Ha escuchado estallar el tiempo en el suelo y convertirse en una inútil
espera, sabe que es tarde. Una lagrima, un sueño que se escurre por su mejilla
va trazando un surco asesino, matando la maldita esperanza, cae lentamente por
su hombro, luego avanza y se desliza por el poste muy aprisa, y en la fría
vereda se estrella y no queda sola por que hay otra con ella, y una tercera y
muchas otras, hasta que una desconsoladora tormenta estalla.
La luz del farol ya se fue, ya no deseaba ver, pero todavía no ha
terminado de llover. Las doce campanadas de media noche suenan en la calzada
desnuda resonando en un silencio calante. Suenan los villancicos de la iglesia
mientras el Redentor nace un año más, un árbol de Navidad es visible a lo lejos,
"Papa Noel agoniza" piensa él. Una hora más dos y el silencio se ha
apoderado de toda la ciudad, toda la gente se ha ido, la soledad es lo único
que le ha quedado como regalo de Navidad, allí en un rincón apenas visto, nadie
leer pudiera si la luz de la luna se fuera, un corto epitafio que acariciado
por las lágrimas de aquel pianista, resalta en bajo relieve "estar muerta
no significa que me dejes plantado..."
G. Lycanon
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