Un difuso recuerdo de mi pasado inmanente me lleva a viajar a tiempos
en los cuales era libre en mi Aldea de Origen, allá donde vivía en paz y
armonía, allá cuando el encierro era como una pesadilla “insoñable” y las
amarguras eran una probabilidad improbable. En aquellos días de gloría perpetua
tenía la convicción de vivir en armonía por siempre hasta el día que los
traidores lograron atraparme y encerrarme en un pesado cuerpo de carne.
Al principio todo era muy calmo, una refrescante oscuridad como la de la Diosa y un tibio ambiente
que lograba relajarme. Un buen día noté que tenía algo enroscado en alguna
parte de mi cuerpo, entonces una luz brilló en mi cabeza y una gigante pala me
sacó de la tibia cueva y me llevó a un horrible lugar, seco y lleno de luz. No
sabía cómo rayos había llegado a un lugar tan enfermizo y con un cuerpo tan
doloso. Sentía cosas que jamás había sentido, en mi estómago había una gran
sensación de vacío y un extraño fluido seco entraba por mi nariz, era muy frío,
tuve miedo.
No sé cuanto tiempo pasé en aquel estado, todo era tan confuso que no
sabía en dónde había aterrizado, a qué clase de lugar dantesco me habían lanzado
los dioses traidores y su gran jefe. Un día, una cortina frente a mi empezó a
abrirse, entonces empecé a ver con algo a lo que llamaban “ojos”. No sabía dónde
estaba, me sentía asustado, pero una presencia mística se apareció ante mí como
una visión de la Gran Madre
Pyrena, unos extraños decían que ella era mi mamá.
La veía tan grande que no podía creer lo pequeño que era yo, en mi
Aldea era un Dios libre y me convertí en una frágil criatura, pequeña y
desvalida. Aquella mujer mortal sabía eso y me decía “hijo”, fue entonces que
descubrí que Pyrena no me había abandonado, ella se había convertido en carne,
como yo, para seguir cuidando de mí.
Ver su rostro en aquellos días era como ver el rostro de la Diosa, ella era mi mamá y no
podría describir la felicidad que sentí al comprender que ella estaba para mí,
sólo para mí. Al final, en medio de mi encierro y desorientación, los Dioses
Leales me habían mandado a “mamá” para no perderme.
Crecí a gran velocidad, mamá jamás dejó de estar ahí. Cuidaba de mí en
la enfermedad, me abrigaba en el dolor, festejaba mis logros y me ayudaba con
los problemas. Pasaba maravillosos momentos con ella, jugando como lo hacía
allá en mi Aldea de Origen y con los años se hizo soportable mi condición de prisionero.
Mamá era tan bondadosa que había logrado hacer soportablemente “vivible” mi
situación de Espíritu Hiperbóreo encerrado.
Ella me enseñó a hacer soportable la condena del hombre “bipolar”,
encerrado en la materia, ejerciendo el verbo del amor en mí. Mantuvo fresca mi
memoria de la libertad para que jamás permita a alguien someterme a su
Voluntad, sea esta Santa o Impía. Ella me aseguraba que no habría salvos ni
condenados si es que no existía libertad.
Al final, los Dioses Traidores y su Gran Jefe Creador de lo Creado bajo
el sol empezaron a atormentarme con el fin de desorientarme; allá en mi
subconsciente había una gran guerra entre la razón, aliada del corazón, contra mi
Espíritu. Se trasmigraban los trasfondos de una cruenta batalla entre mi lobo
interno y las hordas de ángeles y demonios que venían a tomar mi conciencia por
asalto. Finalmente, herido y enfermo, empecé a perder todo recuerdo de libertad
y mi esperanza quedaba fuera de toda esperanza, mamá no dejó que eso pasara.
Con paciencia limpiaba la sangre que derramaba, como una valkiria luchaba a mi
lado, implacable y gloriosa, mostrándome que la Guerra Esencial sólo podía ganarse
con amor y honor.
Los días ardientes y lacerantes pasaron entre la locura y el tormento,
aún así mamá seguía en pié, mostrándome el camino, dándome el incondicional
amor que tanto necesitaba, refrescando mi ardiente corazón con su azul frío
austral, el frío de Pyrena Virgen Ama de los Andes. Ella era una mujer y una
Diosa guerrera, y el legado de su sangre fue mucho más poderoso que cualquier
legión infernal o celestial.
Un día me levante furioso contra mis captores y empecé el camino de
retorno al Origen. Desde luego la gente me criticaba, los amigos me decían que
perdía mi tiempo, mis colegas afirmaban que era un idealista sin esperanzas y
los más positivistas y racionalistas decían que había perdido todo buen juicio
y que jamás pondría mis pies en la tierra. Pobres despreciados, los muy necios
ignoran su calidad de cautivos y tenían la osadía de criticar la lucha legítima
del Rebelde. No, mamá jamás fue como todos ellos, ella me había enseñado a
pelear contra fuego y marea por mi libertad y me apoyó en todas mis batallas
por más críticas que recibiera de los racionalistas lógicos, perdidos en su
método empírico de mentiras.
Nadie jamás podría siquiera imaginar que tipo de mujer es mamá,
sensible, furiosa, alegre, pura, virginal, guerrera y libre. Jamás sometida,
más bien indómita como los Espíritus más altos de mi Hiperbórea natal, en ella
es posible ver la fuerza de una osa, la astucia de una loba, el vuelo de un
halcón y la libertad de un Espíritu insubordinado a las normas de los mortales
bipolares.
Sé muy bien que algún día envejecerá y morirá como todo cuerpo mortal
encerrado bajo el sol Shamash, creado por el mismo traidor. Tengo derecho a
decir que me dolerá su partida más ella no me dejará rendirme, si aún desde la
tumba puede darme un aliento de fuerzas, es un hecho que lo hará. Mamá no es
una mujer que se rinda, ni siquiera ante la muerte. Ella no habla de
mortandades ni de la fatamorgana de los condenados pues sólo es silente como la Verdad, ella no conoce
tensiones dominantes ya que administra sus tensiones con alegría y con verbo,
ella no ama con palabras sino con acciones. Hoy puedo decir, a ciencia cierta,
que mamá logró hacer lo que otros no lograron, encontrar armonía y ayudar al
otro a encontrarla.
Yo me debo a las comprensiones, pasé mi corta vida mortal en busca de
libros. Estudié al hombre desde el barroco de Bach hasta el existencialismo de
Jean Paul Sastre, y jamás vi replicada imagen de mortal alguno bajo el sol que
haya logrado enseñarme lo que Ella me enseñó. Ya sea Nitche o Lakant, Darwin o
Foucoult, ningún hombre de ciencia o humanismo, de romanticismo o verbo logró
mostrarme lo que mamá me mostró, ese algo es la esperanza de lograr la libertad
y la Verdad. Al
final, todas las toneladas de libros y las cientas de horas de clases podrían
resumirse con una simple caricia de mamá la cual me de aliento en la batalla.
No adormecer mi Voluntad mas ser capaz de hacer mi Voluntad, no entregarme a
las pasiones del corazón o a los procesos de la razón, solo oír a la sangre
para hallar el honor, esa es su herencia.
Hoy mamá sigue conmigo y ya me siento listo para verla partir, al fin
me convertido en lo que ella quería hacer de mí: “un hombre rebelde”. No puedo
darle ya mucho a mi madre, quizás sólo puedo ofrecerle mi amor eterno e
incondicional con la promesa de apoyarla en sus guerras. Ella siempre tuvo el
sueño de quitar la venda de los ojos a aquellos bipolares simiescos que pasaban
su vida ejerciendo hipocresías (políticos, maestros, médicos, trabajadores,
etc); ojalá así pudiera hacerlo, pero está ya tan cansada, ¡oh madre!, está tan
fatigada. Mi amada mamá, ya tiene un inmenso panteón déico para poder morir con
honor y volver a nuestra Aldea.
Yo aún lucho, aún peleo, aún sigo mi camino a la libertad, juré no
abandonar a mamá y pienso mantener mi palabra, lo juré ante Atenea y seguiré
con esa línea del honor. Si mis letras pueden llevar a algo, ese algo debe ser
el suave trastrocamiento del amor hacia mamá o el despertar de la conciencia
del lector que lleve esto en sus manos.
Yo, como guerrero, seguiré denunciando el engaño, pero ahora me
corresponde darle al lector un mensaje que mamá tiene para él, el mensaje de
una mujer que lo logró todo y que ahora puede marchar en paz con la obra
terminada y el trabajo realizado:
Texto extraído de “El Arco de Artemisa” – “Primer Episodio - Prefacios
de Batalla”.
Hijo mío, algún día serás un gran hombre, pero a veces
eres demasiado emocional o simplemente piensas demasiado sobre las cosas. Deja
de pensar tanto, la vida no se la piensa ni se la calcula, se la vive hasta el
momento en que descubres que puedes
alcanzar la libertad, una inmortalidad heroica que te convierte en un hombre
luchador.
A veces te veo
tan distante que me gustaría ir al mundo al que viajas con tu fantasía. Te he
visto tan confundido que me gustaría orientarte, pero sé muy bien que no puedo
ya que eres muy diferente a mí. Lo único que quiero es que vivas cada día como
si fuera el último ya que nunca sabemos cuando nos vamos a morir, quizás ya estamos muertos.
Sé que eres feliz, cariño, pero tienes que saber que
la vida cambia. Nada es para siempre, ni lo bueno ni lo malo y a veces te veo
tan feliz que me da miedo pensar en el momento en que la vida te empiece a
castigar. No quisiera que sufras pero
eso es algo por lo que todos los humanos pasamos.
Hijo, nunca te
pierdas, nunca abandones tus ideales y nunca te rindas, la vida es una guerra y
hay que saberla pelear. Quiero que seas un hombre luchador, quiero que tengas éxito en esta vida y, lo más
importante, no quiero que pierdas tu brújula. Quiero que sigas tus instintos sin importar lo que pase. Nunca dejes que los fracasos te derroten,
sigue adelante, hasta el final.
Hijo, tu madre cada día y año que pasa se hace más y
más vieja, quiero saber que estás preparado para luchar, yo no te abandonaré jamás.
Quiero recordarte algo que te enseñé hace mucho tiempo:
La vida es como una pieza teatral, no importa cuanto
se haya vivido, sino cuán bien se la haya representando. Es dulce o amarga;
corta o larga ¡qué importa! El que goza la halla corta y el que sufre la halla
larga, más el guerrero siempre la
hallará engañosa y aprenderá a descubrir ese engaño
Sufrir y llorar es vivir, el que no ha sufrido ni
llorado no conoce lo que es el bien ni el mal, no conoce a los hombres ni a sí
mismo. Mas el que no sufre ni llora
estará más allá del bien y del mal, pero ¿Cómo abandonar el dolor que jamás se
ha sentido? Conócete a ti mismo
No está la felicidad en vivir,
sino en saber vivir y alcanzar la libertad. No vive más
el que más vive, sino el que mejor vive y aprende a identificar todo aquello
que lo aprisiona: traumas, dolores, pasiones y uno mismo; no se mide la
vida sino el empleo que se hace de ella.
Sólo viven aquellos que luchan; aquellos a quienes
llena el Espíritu y la frente una firme aspiración: LIBERTAD Y VERDAD; aquellos que suben a la áspera cima de un alto
destino; los que marchan vigilantes,
inspirados por un fin sublime, un ideal honorable, teniendo delante de los
ojos el día y la noche, trascendiendo
más allá de la vida y la muerte y descubriendo que dentro de cada persona se
halla la verdadera divinidad del hombre victorioso.
Es probable que no entiendas lo que te digo ahora,
pero sé que un futuro no muy lejano lo comprenderás y harás aquello que yo no
pude: alcanzar la puerta de salida hacia nuestro Origen.
No te pierdas y lucha hijo mío, porque sólo
así tocarás la inmortalidad
Te ama
Tu mamá
G. Lycanon
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