viernes, 28 de junio de 2013

Nuevos Gritos Demenciales



Es fácil imaginar una escena de terror donde aparece un sujeto con máscara de hockey y una sierra eléctrica en las manos, o una marioneta con espirales en las mejillas diciendo: “vivir o morir, la elección es tuya”. Las películas clásicas del cine de horror han preconcebido un “ser” y “deber ser” del horror en nuestras mentes. La tortura, el miedo a la inmolación y al sufrimiento físico. Pero en nuestros días ni siquiera el miedo es ya tan simple; mas bien nuca lo fue.

Hablar de horror en literatura parece ser una inevitable charla sobre esa constelación de estrellas algófonas del género. Uno dice “autores de género de terror” y vienen a la mente nombres como Edgar Allan Poe, H.P. Lovecraft, Cliff Barker, Stephen King, etc. Y la pregunta lógica sería: ¿y acaso no hay terror nacido de útero hispanohablante? ¡Claro que lo hay!, pero parece no tener tanta atención literaria como los maestros del terror. Ahora bien, una pregunta más capciosa para mis paisanos sería: ¿y del horror en Bolivia, qué? Pues por increíble que parezca también existe literatura de horror en Bolivia y es en este sentido que voy a remarcar el trabajo de quienes están inmersos en el género.

Uno de los expertos más grandes que conocí en mi país dentro del género de terror y el horror literario es mi editor, Daniel Averanga. Este pintoresco personaje carente de moral, sutileza ni clase social —según él mismo—, se ha convertido en puntal para una nueva era en la literatura boliviana que en los últimos años ha empezado a desarrollarse de forma estrepitosa; concordaré con Wilmer Urrelo y afirmaré que la literatura en Bolivia goza de una buena salud en nuestros días. El trabajo de Daniel, su pasión, casi obsesión, por el terror y su inquebrantable voluntad por darle alas a su género emblema lo han llevado a repetir una maravillosa y brutal experiencia a través de la antología de cuentos de terror de autores bolivianos, titulada: “Nuevos Gritos Demenciales”.

Desde luego, si hay unos “Nuevos Gritos Demenciales”, debió haber alguna clase de antología predecesora; y así fue, la primera edición, “Gritos Demenciales”, tuvo un éxito tan rotundo y furibundo en la lectoría boliviana e hispanoamericana que se vio la imperiosa necesidad de realizar una nueva antología con todos los cuentos que no lograron entrar en la primera edición y que merecían ser publicados. De ese modo, este “Nuevos Gritos Demenciales” se constituye como una obra maestra del terror boliviano que compila a grandes escritores del gremio a quienes Daniel buscó y hasta casi hostigó para recolectar su aporte a esta nueva entrega.

Entre los nombres conocidos que se ven en esta entrega uno puede encontrarse con Edmundo Paz Soldán, Jaime Nisttahuz, Rodrigo Urquiola, Wilmer Urrelo, entre otros, que garantizan, su carrera mediante, la calidad innegable de una antología de cuentos que se proyecta como una de las mejores del año, sino la mejor.

 A mi parecer, en mi mente, los "NuevosGritos Demenciales" son una perturbadora colección de pesadillas sin nombre. De horrores inclasificables que se mueven dentro de gelatinosas membranas psicodélicas. Cada cuento lleva la rúbrica del mismísimo demonio quien, en sus noches más pesadas, paría estas bestiales monstruosidades desde las oquedades de sus traumas infernales. Y a mí me encantan, me encanta la idea de despellejar a Cthulhu mientras me cuenta sus peores paranoias antes de dormir. No, carajo, no, ésta no es la Bolivia gentil con colegialas cantándole al amor y a las flores; éste es del despecho de la muerte hacia la vida, hacia el resentimiento contra un mundo de finales felices. Esto no es un maldito cuento de hadas, estos son tus peores miedos.
 
Y bien, ahí lo tienen. El trabajo de un sujeto carente de moral, sutileza ni clase social —según él mismo—. Un trabajo totalmente impecable que nos lleva de regreso al origen de nuestras paranoias. En verdad puedo decir que Daniel Averanga, en colaboración de William Camacho y el trabajo operativo de Marcel Ramirez como Director de Gente Común 360 Editorial (y de Ariel, ni hablar), ha logrado compilar lo mejor de la narrativa de terror boliviana. Aquí nadie tiene nada que envidarle a Stephen King o a Robert Bloch, estos autores lo valen por su propio peso. O sino que cada quien se enfrente a sus propios gritos hasta llegar a la demencia, y si no eres valiente mejor ni lo intentes.