Resumen
El presente ensayo explora la relación entre cuerpo y mente desde una perspectiva materialista crítica existencial, empleando como recurso didáctico la metáfora del ordenador para describir la emergencia de la qualia y la consciencia como resultado de la complejidad sistémica del organismo humano. Se integra evidencia clínica y científica para sostener la dependencia material de la consciencia, y se ofrece una crítica filosófica detallada al llamado “problema duro” de la consciencia formulado por David Chalmers. Finalmente, se exponen las limitaciones de la metáfora utilizada y se analiza la posibilidad teórica de cartografiar la qualia.
1. La metáfora del ordenador y la mente encarnada
Comprender la relación entre cuerpo, mente y consciencia puede facilitarse mediante la metáfora del ordenador, en la que el cuerpo humano cumple la función de hardware, mientras que los sistemas biológicos responsables de las emociones, los instintos y la homeostasis, como el sistema límbico, actúan como BIOS y chipset: fundamentos que permiten la operatividad general pero que difícilmente pueden ser reprogramados sin intervenciones extremas (Koch, 2018).
Sobre esta estructura biológica emerge la consciencia, que puede entenderse como un sistema operativo (el kernel), donde la qualia, entendida como las experiencias sensibles y subjetivas, funcionan como procesos integrados y dependientes de dicho soporte físico (Tononi & Koch, 2015). Desde esta perspectiva, la consciencia y la qualia no requieren postular propiedades metafísicas, pues emergen del orden material mediante complejidad organizativa.
1.1 Limitaciones de la metáfora
Si bien la metáfora del ordenador resulta ilustrativa, es crucial reconocer sus límites para evitar simplificaciones indebidas. Los ordenadores son artefactos diseñados con intencionalidad explícita por agentes inteligentes, mientras que la consciencia humana es el resultado contingente de un proceso evolutivo no dirigido, modelado por la selección natural y la deriva genética. No obstante, aunque carezca de una intencionalidad creadora, la evolución opera mediante lógicas sistémicas que pueden ser comprendidas, al menos en parte, mediante modelos matemáticos, computacionales y cibernéticos (Friston, 2010). La contingencia evolutiva no niega la posibilidad de discernir patrones lógicos y aritméticos en los sistemas que configuran al ser humano.
2. Evidencia clínica: la dependencia material de la consciencia
La dependencia de la consciencia respecto a su sustrato material es evidenciada ampliamente por estudios clínicos y neurocientíficos. Enfermedades como la demencia senil, Alzheimer, Parkinson o la esquizofrenia muestran cómo las alteraciones físicas y químicas del cerebro modifican profundamente la experiencia subjetiva (Swaab, 2014). La desintegración progresiva de las estructuras cerebrales conduce a la pérdida de memoria, del sentido del yo y de la coherencia experiencial.
Casos extremos, como los estados comatosos o la muerte cerebral, reafirman esta tesis materialista: la consciencia desaparece cuando cesa la actividad neurológica, sin evidencia empírica de su persistencia sin soporte cerebral (Laureys, 2005). Esta correlación directa entre la integridad del sistema físico y la emergencia de la consciencia refuerza el rechazo a cualquier hipótesis dualista o metafísica.
3. El “problema duro” de la consciencia y su desmontaje
David Chalmers (1995) formuló el llamado “problema duro” como la imposibilidad, según él, de explicar por qué los procesos físicos generan experiencia subjetiva. Según Chalmers, mientras podamos describir las funciones cerebrales, quedaría siempre pendiente la cuestión del “por qué” hay algo que se siente al tener esas funciones. Para sortear esta aparente brecha, ha postulado incluso teorías como el panpsiquismo, que sugieren que la consciencia podría ser una propiedad fundamental del universo, al igual que la masa o la carga (Chalmers, 2010).
3.1 Críticas filosóficas al problema duro
Desde posiciones materialistas, autores como Dennett (1991) afirman que el problema duro surge de un error de categorización: no hay una distinción ontológica entre los procesos físicos y la experiencia subjetiva; la qualia es el modo en que esos procesos se viven desde dentro. Churchland (2002) añade que buscar causas metafísicas para la experiencia equivale a resucitar el dualismo bajo ropajes modernos. Hacker y Bennett (2003) argumentan que Chalmers comete un error categorial al exigir una explicación distinta para la consciencia cuando esta no es más que la manifestación funcional de sistemas suficientemente complejos.
Desde una perspectiva evolutiva y neurocientífica, se entiende que la consciencia emerge porque fue una solución adaptativa para integrar información, anticipar eventos y favorecer la supervivencia del organismo (Friston, 2010). Preguntar por qué “se siente” de tal o cual manera es, desde este punto de vista, una cuestión mal planteada, ya que la experiencia no necesita un porqué externo más allá de su funcionalidad emergente.
4. El origen emocional del problema duro
5. Sobre la posibilidad de “cartografiar” la qualia
En términos estrictamente teóricos, no existe razón material o lógica para suponer que la qualia no pueda ser “cartografiada”, entendiendo por ello la posibilidad de mapear todas las correlaciones entre estados neuronales y experiencias subjetivas en un individuo específico. Sin embargo, tal empresa presenta desafíos computacionales y energéticos de una magnitud actualmente inabordable.
Mapear la totalidad de los procesos neuroquímicos, eléctricos y funcionales que producen la experiencia subjetiva requeriría capacidades técnicas que superan en mucho a las actuales. Incluso contando con ordenadores cuánticos avanzados, tal tarea demandaría recursos desproporcionados para descifrar la qualia de un solo individuo en un momento concreto de su existencia. Sería comparable a intentar derribar una gallina con un cañón antiaéreo Flak 88: técnicamente posible, pero desproporcionado e innecesario salvo que la justificación fuese de enorme valor clínico o científico.
No obstante, afirmar que tal tarea es impracticable hoy no significa que sea, en principio, imposible. En un futuro con capacidades técnicas inimaginables hoy, podría llegarse a establecer un mapeo completo de la experiencia humana individual. Sin embargo, persiste la cuestión de si semejante esfuerzo merece la pena fuera de contextos aplicados específicos.
6. Conclusión
La consciencia y la qualia no requieren explicaciones metafísicas ni postulados como el panpsiquismo. Son fenómenos emergentes de sistemas materiales organizados con suficiente complejidad. El “problema duro” de Chalmers no revela una brecha epistemológica genuina, sino una necesidad humana de preservar un espacio para el misterio ante la banalidad de lo material. Desde una perspectiva crítica, asumir la contingencia material de la consciencia no merma su valor, sino que la encuadra en la lógica evolutiva y científica del mundo.
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