La balcanización informal y el ascenso de un nuevo orden global: un análisis prospectivo

Resumen
Este ensayo explora la hipótesis de una fragmentación gradual de los Estados Unidos —denominada "balcanización informal"— como consecuencia de una polarización política irreconciliable y una violencia armada asimétrica. Se argumenta que este colapso interno facilitaría el ascenso de la República Popular China como potencia hegemónica global, no mediante conquista militar, sino a través de la exportación de un modelo de gobernanza tecnoautoritario. Este modelo, fundamentado en la estabilidad y la eficiencia por encima de la libertad individual, buscaría escalar globalmente un sistema de vigilancia y modulación de la conducta humana hasta el nivel de la qualia (experiencia subjetiva), con la aquiescencia de élites locales. El ensayo concluye reflexionando sobre las implicaciones existenciales de este posible futuro, donde la política se transforma en la administración técnica del determinismo humano.Introducción
La estabilidad del orden liberal internacional, liderado por Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, ya no puede darse por sentada. La profunda polarización política interna, la desconfianza en las instituciones y una cultura civil altamente armada sugieren que el país se encamina hacia una crisis constitucional sin precedentes (Levitsky y Ziblatt, 2018). Este ensayo proyecta las tendencias actuales hacia un futuro lejano para esbozar un escenario donde la descomposición de EE. UU. abre la puerta a un nuevo orden global de carácter distópico, liderado por China y sustentado en una visión colectivista y tecnocrática de la humanidad.1. La balcanización informal de los Estados Unidos
El concepto de "balcanización" suele evocar la fragmentación violenta de un territorio en estados-nación hostiles. Sin embargo, el proceso más plausible para EE. UU. es el de una balcanización informal o desfederalización. Este fenómeno no implicaría necesariamente una secesión formal —legalmente casi imposible—, sino una erosión progresiva de la autoridad federal en favor de los estados.Este proceso se caracterizaría por:- Divergencia legal extrema: Estados como Texas y California ya funcionan como protonaciones con marcos legales antagónicos en derechos sociales, ambientales y porte de armas (Klein, 2020). Una crisis nacional profundizaría esta divergencia, llevando a los estados a promulgar leyes en abierta oposición a los mandatos federales.
- Movilización de la Guardia Nacional: Los gobernadores utilizarían sus fuerzas estatales para hacer cumplir su visión del orden, creando potenciales enfrentamientos con las autoridades federales y estableciendo, de facto, monopolios estatales de la fuerza.
- Desobediencia fiscal: Estados clave podrían retener fondos federales o crear sistemas fiscales paralelos, debilitando financieramente al gobierno central y afirmando su autonomía (Turchin, 2016).
En este escenario, la lealtad primaria de los ciudadanos se desplazaría de la unión federal a la entidad estatal, que proveería seguridad, identidad y un marco legal. La nación se convertiría en una unión nominal, similar a los últimos días del Imperio Romano, donde el poder real residía en las provincias.2. China como beneficiario geopolítico y exportador de un nuevo modelo
La implosión de su principal rival permitiría a China completar su "surgimiento pacífico" y establecer una Pax Sinica. Este nuevo orden no se basaría en la ideología democrática liberal, sino en un pragmatismo autoritario que ofrece estabilidad y prosperidad a cambio de soberanía (Allison, 2017). China exportaría un modelo de gobernanza con varios pilares:- Soberanía absoluta y no interferencia: La piedra angular de la diplomacia china, que atrae a regímenes autoritarios al garantizarles inmunidad frente a críticas por derechos humanos (Nathan, 2015).
- Tecnología como herramienta de control: El modelo de vigilancia masiva y Crédito Social, perfeccionado domésticamente, se ofrecería como una solución tecnocrática a la inestabilidad social. Instituciones como la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) crearían dependencias económicas que obligarían a la adopción de estos estándares (Maçães, 2018).
- Meritocracia y planificación a largo plazo: Se promovería la superioridad de un gobierno de expertos e ingenieros sobre la volatilidad de los ciclos electorales democráticos.
3. La modulación de la qualia: la última frontera del control social
El aspecto más distópico de este nuevo orden reside en su potencial para ir más allá del control de la conducta y buscar el control de la conciencia misma. El concepto de qualia —la experiencia subjetiva e interna— se convierte en el nuevo campo de batalla.- De la vigilancia conductual a la neural: Las neurotecnologías y las interfaces cerebro-computadora (BCI, por sus siglas en inglés), en desarrollo acelerado, podrían permitir en un futuro lejano no solo leer estados emocionales básicos, sino también modularlos (Yuste et al., 2017). Un estado hegemónico podría ofrecer a las élites locales la tecnología definitiva para erradicar el disenso: neutralizar sentimientos de rebelión o inducir conformidad antes de que se manifiesten en acciones.
- La aquiescencia de las élites: Como se apuntó en el diálogo, la adopción global de este sistema no requeriría una invasión militar, sino que se lograría mediante la conveniencia. Los gobiernos, tentados por la promesa de un control social perfecto, adoptarían voluntariamente estos estándares tecnológicos para perpetuarse en el poder, creando una red global de vigilancia neural interoperable.
- El fin de la ilusión de la agencia: Este sistema revelaría la última contradicción del liberalismo: mientras proclamaba la libertad individual, el mercado ya explotaba el determinismo humano mediante el marketing y la minería de datos. El nuevo modelo simplemente haría esto de manera abierta, centralizada y eficiente, eliminando el caos del "libre" mercado y reemplazándolo con la "armonía" de la ingeniería estatal de las emociones (Han, 2014).
Conclusión: entre dos distopías
El colapso de Estados Unidos enseñaría al mundo una lección contundente: que el experimento del individualismo liberal conduce al caos y la autodestrucción. China capitalizaría este momento para ofrecer un camino alternativo hacia la estabilidad, que, sin embargo, implica la renuncia a la libertad tal como se ha concebido durante siglos.El futuro que se vislumbra no es, por tanto, una elección entre libertad y opresión, sino entre dos formas de determinismo:- El determinismo caótico y descentralizado del mercado, que comercializa la ilusión de la elección.
- El determinismo eficiente y centralizado del estado tecnoautoritario, que administra clínicamente la conducta humana desde su origen neural.
La verdadera batalla del porvenir no será por el libre albedrío —una noción que la neurociencia socava—, sino por quién tiene el derecho y el poder de diseñar la arquitectura que determina nuestros deseos, nuestros miedos y nuestra experiencia misma de la realidad. La distopía ya está aquí; solo está en proceso de cambiar de manos y volverse más eficiente.Bibliografía- Allison, G. (2017). Destinado a la guerra: ¿Pueden Estados Unidos y China escapar de la trampa de Tucídides?. Paidós.
- Han, B.-C. (2014). Psicopolítica: El neoliberalismo y las nuevas técnicas de poder. Herder Editorial.
- Klein, E. (2020). Por qué estamos polarizados. Simon & Schuster.
- Levitsky, S., y Ziblatt, D. (2018). Cómo mueren las democracias. Ariel.
- Maçães, B. (2018). Belt and Road: A Chinese World Order. C. Hurst & Co.
- Nathan, A. J. (2015). China's Challenge. Journal of Democracy, 26(1), 156-170.
- Turchin, P. (2016). Ages of Discord: A Structural-Demographic Analysis of American History. Beresta Books.
- Yuste, R., Goering, S., y Bi, G. (2017). Four ethical priorities for neurotechnologies and AI. Nature, 551(7679), 159-163.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario