viernes, 18 de julio de 2025

Tecnología Política para Monos. La Democracia, el Humano y sus Instintos

 


Un Enfoque desde el Materialismo Crítico Existencial


Resumen

Este ensayo sostiene que la democracia, pese a todas sus limitaciones, es la única forma de organización política que se ajusta a la naturaleza humana como animal territorial, competitivo y jerárquico. Desde la perspectiva del Materialismo Crítico Existencial, se argumenta que la cooperación humana surge no como virtud moral sino como necesidad egoísta de supervivencia, subordinada a la competencia por poder y estatus. Se refuta la idea del “buen salvaje” a través de ejemplos históricos y científicos, se abordan objeciones y se concluye con una crítica a la fragilidad inherente de la democracia frente a la corrupción y la concentración del poder.


1. Competencia, cooperación y jerarquía: el hombre como animal de poder

Lejos de la romántica noción del “buen salvaje” de Rousseau, la antropología, la biología evolutiva y la psicología social demuestran que el ser humano es ante todo un animal competitivo. De esa competencia derivan su instinto jerárquico y su necesidad de demarcar territorio. Sin embargo, la cooperación no es ajena a esta naturaleza; es una estrategia adaptativa que surge del mismo egoísmo que sostiene la competencia: cooperamos para no estar jodidos, porque quien no coopera, queda excluido de los recursos, la protección y las oportunidades del grupo (Nowak, 2006).

Esta visión es compatible con la tesis foucaultiana de que toda relación humana es una relación de poder (Foucault, 1975). Incluso los actos cooperativos están atravesados por dinámicas de poder y dominio simbólico. La filantropía, por ejemplo, opera como una forma de “poder blando” que ofrece prestigio, influencia y legitimación social, mientras reafirma la desigualdad estructural de la relación donante-beneficiario (Bourdieu, 1994). Por tanto, la cooperación no niega la competencia; la subordina a lógicas de poder más sofisticadas.

Las estructuras jerárquicas humanas son tan antiguas como la especie misma, compartidas con otros primates (Sapolsky, 2017). Como ya anticipó Hobbes (1651), sin instituciones que regulen este conflicto inevitable, la humanidad se hunde en la guerra de todos contra todos.


2. La política como administración de la bestia jerárquica

La política es el medio por el cual canalizamos nuestras pulsiones jerárquicas y territoriales hacia formas menos destructivas que la violencia bruta. A través de normas, pactos y procedimientos, se construyen espacios de competencia institucionalizada. En este marco, la democracia no pretende eliminar las jerarquías, sino hacerlas disputables, rotativas y fiscalizables. No es una panacea igualitaria, sino una tecnología imperfecta para gestionar lo inevitable.

La violencia del Neolítico, las masacres tribales, el canibalismo ritual (Saladié et al., 2012) o los forajidos del Lejano Oeste estadounidense son pruebas de que, en ausencia de estructuras, el hombre vuelve a su estado natural: la lucha por la supervivencia a cualquier precio. El orden natural no es ordenado, es caótico, y la vida misma se fundamenta en actos de autofagia. Nuestra supremacía como especie radica precisamente en haber aprendido a administrar esos instintos mediante pactos simbólicos.


3. La democracia como la mejor gestión disponible

La democracia ofrece un marco donde las jerarquías no se eliminan, sino que compiten entre sí en condiciones pactadas. A diferencia de los sistemas autoritarios, esclavistas o feudales, donde la jerarquía es fija, la democracia permite su reconfiguración periódica. Según Fukuyama (2011), las democracias modernas surgieron no por amor a la igualdad, sino por necesidad de estabilidad en sociedades complejas donde ninguna elite podía garantizar su dominio eterno sin costos desestabilizadores.

En términos del Materialismo Crítico Existencial, la democracia es la respuesta política más adecuada para administrar la contingencia, el azar y la conflictividad inherente a la naturaleza humana. No está diseñada para suprimir la desigualdad, sino para evitar que se transforme en tiranía irreversible.

Un ejemplo claro es el modelo chino contemporáneo, que opera bajo principios distintos a la democracia liberal, anclado en tradiciones confucianas que articulan el poder desde jerarquías bien definidas y centralizadas. Este modelo es otra tecnología de administración del poder, nacida de contextos culturales y filosóficos distintos (Bell, 2015). Ambos modelos son intentos por limitar el impacto destructivo de instintos que hoy resultan obsoletos para los desafíos presentes.


4. Objeciones y refutaciones

4.1 Sociedades igualitarias son posibles.

Algunas sociedades cazadoras-recolectoras han practicado formas de igualdad. Christopher Boehm (1999) documenta cómo ciertas comunidades adoptaban mecanismos para suprimir líderes autoritarios.

Refutación: Estas sociedades son viables solo en entornos simples y de baja densidad. En cuanto aparece la complejidad (excedentes, tecnología, ejércitos), las jerarquías resurgen. Son excepciones frágiles, no modelos sostenibles a gran escala.

4.2 La democracia es artificial.

Se afirma que la democracia no es natural, sino cultural y circunstancial.

Refutación: Precisamente por eso es necesaria. Es una invención para contrarrestar lo peor de nuestra naturaleza. Su artificio es su valor.

4.3 La democracia es corruptible.

El riesgo de degenerar en oligarquías es constante (Michels, 1915). Elites poderosas capturan las instituciones, pervirtiendo el proceso democrático.

Refutación: No se trata de eliminar las elites, sino de asegurar su competencia continua. Donde esta se cancela, la democracia muere. La alternancia, la fiscalización y la competencia son las defensas que impiden su estancamiento.

4.4 Objeción: ¿No es la cooperación humana prueba de que somos más que competitivos?

Algunos enfoques en ciencias sociales y evolución cultural sostienen que la capacidad humana de crear instituciones, normas abstractas y solidaridad con extraños sugiere que no somos meramente animales competitivos, sino seres con una excepcional disposición a la cooperación a gran escala (Henrich, 2016). Nuestra habilidad para cooperar mediante sistemas simbólicos complejos ha sido crucial para nuestra supervivencia y éxito como especie.

Respuesta: Esta objeción es válida, pero no excluye la premisa central. La capacidad de cooperación humana no surge de una bondad intrínseca, sino como una sofisticación de las estrategias de supervivencia colectiva. A mayor complejidad social, mayor necesidad de instrumentos simbólicos para gestionar conflictos y coordinar intereses. La democracia no es entonces un producto de la naturaleza cooperativa “bondadosa” del humano, sino una tecnología emergente de la necesidad de gestionar mejor los choques inevitables entre intereses jerárquicos y territoriales en entornos complejos (Fukuyama, 2011). Si bien la cooperación es real, nunca ha desplazado a la competencia como motor profundo de la organización humana. Ambas coexisten bajo relaciones de poder, como evidenció Foucault (1975).


5. La víctima de su propio éxito

El hombre ha domesticado el entorno, pero no sus propios instintos. Por eso seguimos reproduciendo vicios tribales bajo ropajes modernos. La democracia no puede eliminarlos; solo puede reducir su impacto mediante instituciones que canalicen la lucha de poder hacia mecanismos ritualizados, en vez de violentos. La corrupción, el nepotismo, la desigualdad son inevitables, pero gestionables. Es lo máximo que podemos aspirar, y la democracia es la herramienta menos defectuosa para hacerlo.


6. Crítica final a la democracia: su fragilidad estructural

La democracia es frágil porque se sostiene en ficciones colectivas (constituciones, derechos, legalidad) que dependen del consentimiento activo. Cuando una elite captura suficiente poder para reescribir las reglas, el equilibrio se quiebra. No es un fallo técnico, sino la consecuencia natural de los instintos de dominio y territorialidad.

Para que la democracia funcione, deben existir elites en competencia, medios de comunicación libres, justicia independiente y sociedad civil activa. Sin estos contrapesos, la democracia degenera en autocracia disfrazada. El precio de su supervivencia es la vigilancia permanente.


7. Conclusión

La democracia no es justa, no es igualitaria, y no es natural. Pero es la única tecnología política que hemos inventado para administrar la pulsión humana hacia la jerarquía y la territorialidad de forma mínimamente civilizada. No busca suprimirlas, sino domesticarlas mediante competencia regulada. Su fragilidad es parte de su esencia. Sobrevive no por su perfección, sino por ser el único mecanismo que permite a las sociedades convivir sin caer en el abismo de sus propios instintos.


Referencias

Bell, D. (2015). The China Model: Political Meritocracy and the Limits of Democracy. Princeton University Press.
Boehm, C. (1999). Hierarchy in the Forest: The Evolution of Egalitarian Behavior. Harvard University Press.
Bourdieu, P. (1994). Raisons pratiques. Sur la théorie de l'action. Seuil.
Foucault, M. (1975). Surveiller et punir: Naissance de la prison. Gallimard.
Fukuyama, F. (2011). The Origins of Political Order. Farrar, Straus and Giroux.
Henrich, J. (2016). The Secret of Our Success: How Culture is Driving Human Evolution, Domesticating Our Species, and Making Us Smarter. Princeton University Press.
Hobbes, T. (1651). Leviathan.
Michels, R. (1915). Political Parties: A Sociological Study of the Oligarchical Tendencies of Modern Democracy.
Nowak, M. (2006). Five Rules for the Evolution of Cooperation. Science, 314(5805), 1560-1563.
Pinker, S. (2011). The Better Angels of Our Nature: Why Violence Has Declined. Viking.
Saladié, P., Huguet, R., Rodríguez-Hidalgo, A., Cáceres, I., Esteban-Nadal, M., Arsuaga, J. L., & Carbonell, E. (2012). Intergroup cannibalism in the European Early Pleistocene. Journal of Human Evolution, 63(6), 682-695.
Sapolsky, R. M. (2017). Behave: The Biology of Humans at Our Best and Worst. Penguin.

1 comentario:

  1. Me parece un enfoque muy interesante; luego entonces, se tendría que luchar por mantener un sistema democrático?

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